miércoles 26 de noviembre de 2025 - Edición Nº2548

Internacionales | 26 nov 2025

La Inseguridad Como Lenguaje Político.

Chile es el país que todavía vota con miedo

08:38 |Chile vive una elección marcada por una sensación que recorre calles, redes y conversaciones cotidianas. El miedo. La inseguridad se instaló como el eje de la discusión y desplazó cualquier otro tema que antes estructuraba el debate democrático.


Por: Mauricio Herrera Kahn. Fuente:Agencia Pressenza

(Imagen de WikiCommons)

Chile vive una elección marcada por una sensación que recorre calles, redes y conversaciones cotidianas. El miedo. La inseguridad se instaló como el eje de la discusión y desplazó cualquier otro tema que antes estructuraba el debate democrático.

Economía, derechos sociales, desigualdad, salud y vivienda quedaron en segundo plano frente a la amenaza que cada día se refuerza desde las pantallas y desde la experiencia diaria. No es solo el delito. Es la idea de que el país está atrapado en una crisis permanente que ningún gobierno supo contener. Esa percepción domina la atmósfera política y condiciona la forma en que la ciudadanía interpreta a cada candidato. La inseguridad dejó de ser un problema puntual. Se transformó en un idioma político que todos se ven obligados a hablar para no quedar fuera del mapa electoral.

El miedo opera como un filtro emocional que distorsiona la comprensión del país real. La gente deja de evaluar propuestas y empieza a buscar la figura que prometa autoridad. No importa si la promesa es real o ilusoria. En un clima dominado por la sensación de riesgo cualquier voz firme parece creíble. Los candidatos lo saben y por eso ajustan su discurso para encajar en ese impulso colectivo.

La inseguridad se vuelve un atajo para movilizar votos y para reducir la complejidad del país a una sola pregunta. ¿Quién puede protegernos? Esa simplificación alimenta un falso orden que se vende como necesidad urgente, aunque no resuelva las causas profundas de la violencia social. Así se construye un escenario donde el miedo termina siendo más persuasivo que la evidencia.

La televisión como fábrica de pánico político

La televisión chilena lleva años produciendo la atmósfera que ahora influye en la elección. Cada día se repiten imágenes que exageran el estado del país y convierten casos individuales en símbolos de una supuesta catástrofe nacional.

. La pantalla no informa, amplifica,

. La pantalla no contextualiza, dramatiza

. La pantalla no analiza, repite.

El resultado es un Chile televisivo donde la inseguridad aparece como epidemia imparable. Es un país distinto al que se vive en la calle y sin embargo más influyente que cualquier informe técnico o estadístico. La televisión crea el clima emocional que dirige la opinión pública, aunque ese clima no coincida con la realidad completa.

El pánico político televisado se vuelve herramienta de influencia electoral porque actúa sobre la sensibilidad de quienes viven expuestos a un flujo continuo de malas noticias.

. La gente no ve datos, ve imágenes

. La gente no compara cifras, compara sensaciones.

. La gente no vota por programas, vota por impulsos creados por un sistema de medios que encontró en el miedo un negocio perfecto.

La televisión no lo hace por ideología. Lo hace porque el miedo retiene audiencia y la audiencia garantiza ingresos. En ese ciclo la democracia queda atrapada. Los ciudadanos terminan votando bajo presión emocional y los candidatos ajustan su discurso para no perder visibilidad en el relato dominante. El país queda así bajo una narrativa que no nació en la política sino en el rating.

Candidatos que alimentan el miedo para gobernar sin control

El clima de inseguridad no sería tan decisivo si los candidatos no lo utilizaran como eje principal de sus campañas. Algunos prometen soluciones rápidas que generan la ilusión de que la autoridad depende del volumen del discurso y no de la solidez institucional. La promesa de mano dura aparece como fórmula mágica. Es una estrategia efectiva porque apela al instinto más básico de protección inmediata.

El problema es que esa narrativa desplaza cualquier discusión sobre políticas reales que requieren tiempo, recursos y reformas profundas para enfrentar la violencia en sus raíces. El miedo simplifica todo. Y esa simplificación beneficia a quienes buscan gobernar con la menor resistencia posible.

Los candidatos que usan el miedo como plataforma construyen un país dividido entre buenos y malos. Entre quienes obedecen y quienes estorban. Ese esquema facilita el control político porque justifica medidas que en tiempos de estabilidad serían rechazadas por la ciudadanía. El discurso de la amenaza permite avanzar sobre derechos, sobre libertades y sobre la crítica pública sin que el país reaccione.

Cuando la población vive asustada acepta decisiones que antes consideraba excesivas. Es ahí donde el miedo se convierte en herramienta para gobernar sin límites. Los candidatos que lo alimentan lo saben, no buscan soluciones, buscan autoridad sin cuestionamientos. La inseguridad se convierte en una excusa perfecta para evitar cualquier discusión sobre desigualdad, empleo, educación o salud y todo queda subordinado al relato del peligro.

La democracia debilitada por el voto emocional

El voto basado en el miedo no decide el futuro del país, lo reacciona. No evalúa proyectos, los evita. No construye visión, la pierde. La democracia necesita ciudadanía que piense, que compare y que analice. Cuando la emoción reemplaza al criterio la democracia se debilita. No porque la gente vote mal, sino porque vota bajo presión.

Un sistema político sostenido en impulsos emocionales se vuelve vulnerable a los liderazgos autoritarios que prometen certezas simples. Ese vacío es terreno fértil para quienes ofrecen orden a costa de libertades. La historia demuestra que los países gobernados por miedo terminan justificando decisiones que destruyen su propio sistema democrático.

El voto emocional genera gobiernos que carecen de legitimidad profunda, gobiernos que deben sostenerse en la misma narrativa que los llevó al poder.

Si prometieron guerra contra el delito deben fabricarla cada día.

Si prometieron mano dura deben usarla, aunque no resuelva nada.

Esa dependencia del miedo como motor político destruye la capacidad de construir acuerdos amplios. La democracia queda presa de discursos que apelan a la urgencia permanente y que no permiten mirar hacia adelante. El problema no es el miedo, el problema es que el miedo se use como mecanismo de manipulación electoral. Cuando la política deja de ofrecer soluciones y se dedica a alimentar emociones negativas la democracia se vacía de propósito.

El miedo como arma del poder económico

La inseguridad no beneficia solo a la ultraderecha electoral. También favorece al poder económico que prefiere un país concentrado en el delito antes que en la desigualdad estructural.

. Un país que debate sobre portonazos no debate sobre evasión fiscal.

. Un país que discute sobre narcotráfico no discute sobre concentración de riqueza.

. Un país asustado no cuestiona privilegios.

El miedo distrae, divide, paraliza y esa parálisis protege intereses que no desean transformaciones profundas. El clima de inseguridad actúa como cortina de humo que impide observar los temas de fondo que determinan el rumbo del país. El modelo económico se fortalece cuando la ciudadanía se enfoca en amenazas urgentes y deja de mirar los problemas estructurales.

El poder económico entiende que la narrativa del miedo permite influir en la política sin aparecer directamente en la escena electoral. No necesitan candidatos propios. Necesitan candidatos que mantengan el país en tensión emocional constante. Un país temeroso acepta ajustes, retrocesos y recortes con menos resistencia.

. Acepta privatizaciones.

. Acepta militarización.

. Acepta reformas que favorecen a los mismos grupos empresariales que financian campañas y medios.

El miedo se convierte así en el arma política más eficiente porque opera sin ser detectado. No aparece en los programas. No se discute en los debates. Actúa en silencio y cuando finalmente se revela el daño ya está hecho. Es el mecanismo que ha desplazado a la argumentación política y ha instalado una aceptación automática del discurso del orden como única salida.

El país que aún puede despertar

Chile no está condenado a votar con miedo. Aunque la televisión repita un país oscuro y aunque algunos candidatos intenten gobernar desde la angustia colectiva, la ciudadanía aún posee la memoria suficiente para distinguir entre autoridad y abuso. La democracia chilena siempre ha sido capaz de levantarse aun en sus momentos más difíciles y el país ha demostrado más de una vez que la esperanza se vuelve fuerza cuando la gente decide recuperar su voz.

“El miedo puede dominar la conversación, pero no puede dominar la voluntad de millones.”

Las elecciones no están escritas. Son una fotografía del instante y no una sentencia para el futuro. Chile ha sorprendido antes y puede hacerlo otra vez. Puede elegir un camino donde la seguridad no sea excusa para destruir derechos y donde la política vuelva a ser espacio de soluciones y no de amenazas. El país tiene reservas profundas de inteligencia social, creatividad comunitaria y capacidad de organizarse cuando la historia exige valentía.

El miedo encoge, pero la dignidad expande.

Ningún poder económico ni mediático puede derrotar a un pueblo cuando ese pueblo despierta. No importa cuántas veces se repita la narrativa del caos. La ciudadanía puede observar, comparar, razonar y votar de manera libre cuando la esperanza se vuelve más fuerte que la manipulación. El Chile que se asusta es uno, pero el Chile que piensa es otro.

“Y ese segundo Chile existe en los barrios, en las escuelas, en los sindicatos, en las comunidades migrantes, en los jóvenes que no aceptan que el futuro se escriba desde la televisión.”

El país que vota con miedo también puede votar con coraje. Y cuando lo hace, transforma la política desde el corazón y no desde el pánico. El miedo no es destino, es una sombra pasajera y la esperanza es un movimiento. Chile puede elegir ese movimiento si decide mirar más allá del ruido, más allá del rating, más allá del discurso autoritario que intenta convertir la angustia en herramienta electoral.

“El país ya ha salido de noches más oscuras, también saldrá de esta…”

 

Fuentes bibliográficas

  • Informe Anual de Seguridad Pública, Ministerio del Interior de Chile, edición 2024.
  • Encuesta Nacional Urbana de Seguridad, Victimización y Percepción, ENUSC 2023–2024, Instituto Nacional de Estadísticas.
  • “Medios de Comunicación y Opinión Pública en Chile”, Universidad Diego Portales, Informe de Opinión Pública 2024.
  • Servicio Electoral de Chile, Estadísticas Electorales 2017–2025.
  • “Democracia, Miedo y Autoritarismo en América Latina”, Programa Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, Informe Regional 2024.
  • “Comunicación del Miedo y Construcción del Orden”, Observatorio de Medios de la Universidad de Chile, 2023.

 

 

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