La muerte de un ser querido es una experiencia inevitable que, tarde o temprano, nos afecta a todos. Pero, ¿qué sucede cuando este duelo no encuentra su espacio de expresión? ¿Cómo podemos aprender a gestionar ese dolor emocional tan profundo que nos invade ante la ausencia?
Dado que hablar de la muerte sigue siendo un tabú que se esconde bajo capas de silencio y evitación, los grupos de apoyo para el duelo emergen como un refugio fundamental para quienes buscan un espacio seguro donde se pueden compartir las emociones sin ser juzgados, encontrar apoyo emocional y recibir escucha y comprensión.
Cabe destacar que no solo se centran en las emociones más obvias, como la tristeza, la rabia o la culpa, sino que también que se ayuda a los dolientes a entender las complejas dinámicas internas que el duelo provoca. A veces, las personas se sienten culpables por reír o por sentir alivio. En los grupos trabajamos para normalizar esas sensaciones.
Uno de los elementos clave en los grupos de apoyo es la validación. Compartir el dolor con otros que están atravesando experiencias similares ayuda a los participantes a sentir que no están solos en su camino. Todo es parte del proceso.
El duelo no tiene una duración fija. Cada persona vive su proceso a su propio ritmo, y eso es algo que también se respeta en los grupos. A veces alguien puede tardar meses en hablar por primera vez en una sesión, y eso está bien. El silencio también es parte del duelo. Los grupos permiten a cada persona procesar el dolor a su propio tiempo, ritmo y estilo, sin presiones externas.
A lo largo de los encuentros, se exploran diversas herramientas terapéuticas, como la escritura, la meditación y el arte, para que cada miembro del grupo pueda encontrar su propio camino hacia una nueva forma de vivir. No existe una fórmula mágica. Lo que funciona para una persona puede no hacerlo para otra. El desafío que tenemos los facilitadores es ofrecer el abanico más amplio posible de recursos y acompañar a cada persona en su búsqueda de sentido.
El duelo no es una enfermedad que deba curarse, sanarse, sino una experiencia humana que merece ser vivida con autenticidad y compasión. Para algunos, unirse a un grupo de apoyo marca el principio de su viaje hacia la aceptación; para otros, es simplemente un espacio donde pueden llorar, reír y recordar. Sea cual sea el caso, lo importante es que los grupos están ayudando a desestigmatizar el dolor emocional, abriendo la puerta a una conversación más abierta y empática sobre la muerte.
La red de grupos de apoyo sigue creciendo, y cada vez más personas buscan refugio en estos encuentros. El punto de partida no es olvidar, sino aprender a vivir con la ausencia, dado que el duelo no se supera, sino que se integra en la vida. Aprendemos a darle un nuevo significado a la existencia.
Así, en un mundo donde la productividad y la rapidez parecen ser prioridades, estos grupos recuerdan la importancia de detenerse, de sentir y de procesar las emociones. Y en ese caminar es donde encontramos, poco a poco, una nueva forma de vivir.
María Silvina González Astobiza es Diplomada en Tanatología Asistencial y Educativa. Doula de Fin de Vida. Fundadora de Sentir y Acompañar y, de Resilio & Vita. Facilitadora de los Programas: Jugar y aprender: muerte y duelo en Colegios y, de Lazos Vitales: muerte y duelo en Centros Penitenciarios. Coordinadora del Grupo de Apoyo: Duelo por Suicidio. Facilitadora de Death Café Málaga. Co-coordinadora del “Ciclo de Conversaciones”.