

Por: David Andersson. Fuente: Agencia Pressenza.
(Imagen de AI / Pressenza)
La noción blanca-occidental de paz se asocia en gran medida a la ausencia de guerra. Incluso los orígenes del símbolo de la paz se remontan al movimiento de desnuclearización. Pero, ¿qué queremos decir cuando hablamos de paz?
Si alguien te preguntara: «¿Estás en paz contigo mismo hoy?» o «¿Estás en paz con tus vecinos, tu familia, en el trabajo o en tu comunidad?», ¿qué responderías? ¿Conoces a alguna persona verdaderamente pacífica? ¿Has encontrado alguna organización que encarne la paz más allá de la mera oposición a la guerra? ¿Y cuánto tiempo dedicas realmente a cultivar la paz en tu vida cotidiana?
Nuestras sociedades tienen conceptos bien definidos para la religión, la economía, la política y el arte, con instituciones enteras dedicadas a su estudio y conservación. Sin embargo, carecemos de un marco sustancial y ampliamente comprendido respecto de la paz. Incluso el Premio Nobel de la Paz fue creado por Alfred Nobel, un industrial y fabricante de armas, lo que pone de manifiesto las contradicciones de nuestros discursos sobre la paz.
Gran parte de lo que sabemos sobre la paz se enmarca en relación con la guerra, casi como si la paz fuera simplemente su opuesto. Peor aún, a menudo se trata como una expresión de culpa, una forma de compensación por los errores del pasado o una herramienta estratégica para apaciguar mientras continúa la explotación. ¿Por qué, por ejemplo, los mayores movimientos pacifistas se concentran en Occidente, las mismas naciones que históricamente han librado guerras y siguen beneficiándose del comercio mundial de armas?
¿Te imaginas que se eligiera a un político con una plataforma centrada en la paz, no como seguridad nacional, sino como bienestar social y armonía colectiva? A diferencia del dinero, la paz no puede acapararse a expensas de los demás. La paz es un circuito integrado que fluye de lo personal a lo social y viceversa. Y sin embargo, ¿cuántas personas permanecen en relaciones carentes de amor, soportan trabajos que desprecian o viven en comunidades plagadas de tensiones tácitas? ¿Dónde está la paz?
Durante gran parte de nuestras vidas, vivimos bajo la tiranía del miedo: en el trabajo, en los sistemas políticos y económicos que dictan nuestro futuro y en las relaciones internacionales moldeadas por la coerción y la dominación. ¿Cómo pueden ocho mil millones de personas compartir un planeta sin una comprensión colectiva más profunda de la paz? ¿Cómo podemos construir vidas que amplíen activamente la paz, desarrollar herramientas para alimentarla y crear el conocimiento necesario para mantenerla?
En muchas tradiciones asiáticas, la paz es algo más que la ausencia de guerra: es una forma de vida basada en la armonía interior, el equilibrio social y el respeto por la naturaleza. Las distintas culturas han desarrollado perspectivas únicas sobre la paz, que dan forma a los valores personales y sociales:
A diferencia de las perspectivas occidentales, que suelen enmarcar la paz en un acuerdo político o jurídico, muchas tradiciones asiáticas ven la paz como un proceso continuo: una integración de la armonía interior, social y medioambiental. La paz no es sólo un objetivo, sino un modo de vida.
Tenemos todos los elementos necesarios para desarrollar un concepto significativo de paz. El reto ahora no es sólo comprenderlo, sino incorporarlo a nuestras instituciones, comunidades y vidas cotidianas.
David Andersson
David Andersson es un periodista, fotógrafo y autor franco-estadounidense que vive en Nueva York desde hace más de 30 años. Codirige Pressenza International Press Agency y es autor de The White-West: A Look in the Mirror, una colección de artículos de opinión que examinan la dinámica de la identidad occidental y su impacto en otras culturas.