jueves 24 de abril de 2025 - Edición Nº2332

Cultura | 14 abr 2025

Identidad y Memoria.

María de los Ángeles Fornero: “La identidad y la memoria revisten fundamento de existencia.”

La mujer que no está, novela de la argentina María De Los Ángeles Fornero, narra la desaparición de María Eugenia Lubaki, figura que encarna violencias estructurales aún vigentes en América Latina. Con una voz espectral y poética, la novela entrelaza género, memoria y territorio, y reafirma su potencia al publicarse en el Perú por el sello independiente Maquinaciones.


Por: Sol Pozzi-Escot. Agencia Pressenza

La mujer que no está, novela de la argentina María De Los Ángeles Fornero, narra la desaparición de María Eugenia Lubaki, figura que encarna violencias estructurales aún vigentes en América Latina. Con una voz espectral y poética, la novela entrelaza género, memoria y territorio, y reafirma su potencia al publicarse en el Perú por el sello independiente Maquinaciones.

María Eugenia Lubaki, la protagonista de tu novela, es presentada como una figura ausente pero profundamente simbólica. ¿Quién es ella y qué representa su desaparición en términos sociales, históricos y personales?

Es el personaje ficticio que encarna a Mariela Bessonart, una mujer de 38 años que desapareció en 2005 en la ciudad de Villa María y todas las sospechas llevan al ex marido. Sin embargo, nunca se llevó a juicio. Fue una desaparición en democracia, justo cuando se enjuiciaba a los represores responsables de las desapariciones durante la dictadura. Y, además se ponía sobre el tapete la lucha de las mujeres contra las violencias y los femicidios.

Tu novela se sitúa en Córdoba, Argentina, pero dialoga con problemáticas latinoamericanas más amplias, como el centralismo, la violencia estructural y el olvido de las culturas originarias. ¿Cómo construiste este tejido entre lo local y lo continental?

Supongo que es un concepto que pivotea entre lo filosófico y lo existencial. Pero cuando escribo no me es posible pensar, por ejemplo, el monte nativo arrasado en el norte de Córdoba para imponer la siembra de soja a gran escala, sin pensar cómo eso tiene sus formas particulares con la palta en Chile, el aguacate en México, el litio en Bolivia o la contaminación de los ríos en la amazonia peruano-colombiano-brasileña. Surge en el borbotón de ir escribiendo.

En la historia confluyen distintas nacionalidades originarias y sus lenguas ¿Qué papel cumple esta dimensión plurilingüe y pluricultural en el conflicto de la novela?

Creo que esas dimensiones que mencionas cumplen un papel fundamental para que esa mujer que no está se presentifique con contundencia. Sin esas otras lenguas que le dan presencia a todas las otras mujeres que han sido invadidas, arrasadas, ellas, sus cuerpos, sus tierras, sus modos de vivir en los siglos anteriores, Maria Eugenia Lubaki no podría lograr el espesor que logra para que su figura se agigante mientras la de su desaparecedor y el poder que lo sostiene, se empequeñezcan.

Has publicado con Maquinaciones, un sello peruano independiente. ¿Qué significa para ti este hito en tu carrera y en la proyección latinoamericana de tu obra?

Es un halago que el sello Maquinaciones haya decidido publicar esta novela para Perú. Por su condición de editorial independiente, con una trayectoria sólida y sostenida en el trabajo de Donayre (y su equipo) como escritor y editor de títulos muy significativos. Valoro especialmente el catálogo y la colección con los rescates literarios que ha hecho. Estar a la altura de ese recorrido es un desafío y desde ya abre puertas a la integración con la narrativa latinoamericana.

Como Psicóloga social y docente ¿Cómo se filtran en tu narrativa los lenguajes del análisis social y la pedagogía? ¿Sientes que esta doble mirada potencia tu literatura?

Sí, seguro. Uno es todos los que es. Esa multiplicidad de historias vinculares que nos han marcado los aprendizajes, a la hora de escribir un relato, construir la ficción, se articulan en una complejidad imposible de fragmentar. Es apasionante encontrar multiplicidad de restos de uno en el mundo construido.

Tu novela habla de la violencia de género, del neoliberalismo, de la muerte dictatorial y de las migraciones ¿Cómo lograste articular estas fuerzas sin que la historia pierda su dimensión íntima y poética?

Porque lo que yo quiero contar es una vida. La desaparición de una vida. Pero, justamente, cuando más concentro la mirada en ese evento es cuando más aparecen todas las dimensiones que configuraron la posibilidad de la existencia de ese evento. La desaparición.  Yo no tengo que contar la historia de la humanidad, pero tengo que saber que la historia de la humanidad está reconcentrada en la complejidad, como totalidad, de lo que hay allí.

José María Arguedas ha sido una figura importante en tu vínculo con la literatura peruana. ¿Qué enseñanzas tuyas dialogan con su legado en La mujer que no está?

La oralidad. Digo la oralidad como hecho y como símbolo. El quichuismo como americanidad profunda en Arguedas, no está solo en el uso de la lengua para su escritura (allí, desde ya); está en el antes, en el aire que respira mientras escribe, lo haga desde Andahuaylas, desde Cusco o desde Lima. Eso lo veo en Selva Almada, para traer una escritora argentina contemporánea.

En un país como Argentina, donde aún pervive una narrativa dominante que suele omitir a los pueblos originarios, ¿Cuál fue tu impulso para escribir sobre “los otros y los muertos” como parte del mismo tejido social?

Bueno, en una realidad dialéctica siempre hay dos polos en pugna. Hay una ficción de fuerte peso comercial que omite a los pueblos originarios, pero hay otra narrativa que se ha robustecido en los últimos años. Una recuperación del “de dónde venimos”. Que la identidad y la memoria revisten fundamento de existencia.  Son varias las escritoras mujeres, (no sé si hay algo de género ahí) pero aparece con recurrencia. María Teresa Andruetto, Gabriela Cabezón Cámara, por nombrar alguna.

En La mujer que no está, la desaparición no solo es un hecho, sino una condición que atraviesa cuerpos, territorios y memorias. ¿Cómo trabajaste esa noción de desaparición desde lo narrativo y lo simbólico?

Creo que el recurso fue la narración en primera persona de la desaparecida. La mujer que no está no es visible, no es tangible, pero adquiere el peso principal de lo que se está contando a partir de que toma la voz que la escenifica. Ella desde el primer momento irrumpe en lo que está contando el narrador en tercera. Como quien decide re-actuar su propia tragedia. Sus monólogos son breves, pero tienen la fuerza que la llevan a ocupan un espacio central. Hay como una disputa de narradores allí que se podría resignificar entre el patriarcado y las luchas de las mujeres por ser.

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