

Por: Irshad Ahmad Mughal. Fuente: Agencia Pressenza
Retrato de Mahatma Gandhi en la frontera entre la India y Pakistán de Attari-Wagah, cerca de Amritsar - Punjab India.
(Imagen de Wkimedia Commons)
Pocas naciones comparten una historia tan estrechamente entrelazada como trágicamente dividida como son India y Pakistán. Sin embargo, en nuestra era actual de chovinismo e hipernacionalismo, hemos olvidado la sabiduría de los líderes que dieron forma a nuestra independencia: Mahatma Gandhi, el icono global de la no violencia, y Muhammad Ali Jinnah, un constitucionalista que defendió la lucha legal y política por sobre la fuerza bruta. Hoy en día, los medios de comunicación y las plataformas sociales amplifican el odio, la guerra y la deshumanización, muy lejos del Ahimsa de Gandhi o de la disciplina de defensa no violenta.
Mientras tanto, el mundo ofrece sombrías lecciones. El conflicto entre Israel y Hamás muestra a un estado con armas nucleares que lucha contra una milicia, sin que haya un vencedor, sumando sufrimientos sin fin. La guerra entre Ucrania y Rusia demuestra cómo incluso una superpotencia se estanca en un conflicto que no puede ganar de forma decisiva. Afganistán, Irak y Siria son una prueba de que la fuerza militar por sí sola engendra caos en lugar de estabilidad. La guerra no es sólo destructiva, se ha vuelto obsoleta. En un Asia meridional nuclearizada, un conflicto entre India y Pakistán a gran escala significaría millones de muertos en cuestión de horas, generaciones envenenadas por la radiación y el trauma, sin ganadores.
Algunos estrategas sostienen que la fuerza militar impide la guerra, pero la historia demuestra lo contrario. La disuasión fracasa cuando la percepción anula la razón, como se vio en los conflictos entre India y Pakistán en 1962, 1999 y 2019. Las narrativas de odio que retratan al enemigo como malvado sólo justifican una hostilidad sin fin, beneficiando en última instancia a traficantes de armas y autócratas, mientras dañan a los ciudadanos comunes.
La alternativa existe si elegimos tomarla. Debemos dar prioridad al diálogo sobre los tambores de guerra reanudando las conversaciones diplomáticas, incluso sobre cuestiones polémicas como es Cachemira y el terrorismo. La diplomacia ciudadana a través de intercambios estudiantiles, festivales culturales conjuntos y un mayor comercio, como el corredor de peregrinación de Kartarpur que opera sin visado, pueden construir puentes. Los deportes pueden reconectar a la gente, como se ve cuando las giras de críquet y los partidos de hockey crean momentos en los que los vítores trascienden las fronteras. Los medios de comunicación deben asumir la responsabilidad de detener la glorificación de la guerra y amplificar en su lugar las voces de reconciliación.
Gandhi y Jinnah lucharon no por banderas sino por principios. Si realmente honramos su legado, debemos rechazar la locura de la destrucción mutua y elegir el camino más duro pero más gratificante: la paz a través del valor, la comprensión a través del compromiso y la prosperidad a través de la cooperación. La elección entre la hostilidad continua y una nueva era de paz sigue siendo nuestra.
Acerca del Autor: Irshad Ahmad Mughal es el portavoz de la Fundación Iraj Education & Development, con sede en 82B, New Chaburji Park, Lahore.